martes, septiembre 12, 2006

Supongo que a la gente que no vive en este país maravilloso y divertido que se llama España, les costará un poco de trabajo entender que aquí hay un montón de culturas fusionadas, muy diferentes, que pueden ir, desde las meigas gallegas y la música celta, la sidra asturiana, el gofio canario, la mezquita de Córdoba, hasta un idioma que no entendemos como el euskera, los viñedos de La Rioja o los mares de trigo de Castilla-La Mancha, los catalanes intensos o el mundo del Sur peninsular, pero mucha gente estará de acuerdo conmigo en que, como en todas partes, hay un tópico en términos de imagen: los toros y el flamenco. Este fin de semana pasado ha sido intenso en esos tópicos, porque Francisco Rivera Ordóñez le dio la alternativa a su hermano Cayetano, que cumpliendo con una tradición de cincuenta años en las corridas goyescas de Ronda, han perpetuado una saga familiar de toreros bravísimos. Así mismo es el baile flamenco. Hay sagas de artistas: cantaores, bailaores y... lo siento muchísimo por decirlo así, "infractores de todas la leyes". Uno de los mejores bailaores de flamenco, Farruquito, Juan Manuel Fernández Montoya, hijo del cantaor Juan Fernández Flores, El Moreno, y de la bailaora , Rosario Montoya, La Farruca, heredero de una escuela única fundada por Farruco, su abuelo, ha pasado toda su vida inmerso en el arte Flamenco más puro. Debutó en la escena internacional a los 5 años ¡en Broadway! con el espectáculo Flamenco Puro. Con 8 años presenta su primera temporada en la Sala Zambra de Madrid. A los 11, interviene en el vídeo-clip CAMARON NUESTRO y al año siguiente en la película FLAMENCO de Carlos Saura, frente a frente con el patriarca de la saga, El Farruco. Ese mismo año junto a su familia en BODAS DE GLORIA, participa en la concepción artística y coreográfica del espectáculo. En 1992 actúa en el Acto de Inauguración de las Paraolimpiadas de Barcelona y con su abuelo, El Farruco, en el Pabellón de Andalucía de la Exposición Universal de Sevilla. El fallecimiento de Farruco en 1997 supone el relevo: a los quince años, Farruquito asume la responsabilidad de perpetuar la estirpe. Pero no se percata de que seres humanos así tienen, además de arte, algo que se llama responsabilidad: sin carnet de conducir (o licencia de conducción) sin seguro del coche y un poco fuera de onda, a más de 100 km por hora, atropella a un hombre, lo deja tirado, se da a la fuga y a los seis meses intenta culpabilizar a su hermano porque era menor de edad y no entraría en la cárcel. El hombre que mató se llamaba Benjamín Olalla. Un hombre bueno. Su viuda Mari Ángeles Madero no ha parado de reinvindicar esa muerte absurda. A Farruquito no le condenan y ella sigue batallando porque se haga justicia. Y la ha habido. El Tribunal Superior de Justica le acaba de condenar a 4 años de prisión... ¡ay mi'jo, si tú supieras lo que es ser farruco en Cuba! Te jodiste por estúpido y por cabrón. No se puede ir de farruco por la vida. Eso te lo digo yo... que soy de allí.

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