viernes, agosto 18, 2006
La importancia de llamarse Alfredo. Una de las cosas que llevo peor en esta vida es estar lejos de mis amigos (y de mi familia, claro). Pero es que los amigos también son parentesco sin sangre heredada, una familia que se elige a voluntad y que pasa la mayor parte del tiempo contigo, te regaña, te mima, te divierte. No sé quién dijo que "un amigo es uno que sabe todo de tí y a pesar de ello, te quiere". Pues eso. Hoy quería hablar de la niña JonBenet Ramsey, asesinada hace diez años y de su asesino al que han atrapado en Bangkok, el tal John Mark Karr, o de una noticia que me ha apenado mucho: la muerte (el suicidio, no nos dejemos engañar por ese absurdo pudor) del cantautor español Hilario Camacho, a sus 58 años en su casa de Madrid, pero me temo que llevo varios días en plan necrológico y hoy estoy feliz, es decir: no estoy pa' eso. Reencontrar a un amigo de prácticamente la mitad de mi vida es un regalo. Hacía mucho tiempo que no sabía de Alfredo. Durante años nos comunicamos por carta -las suyas cartas de colores que me llegaban a Pintor Ribera, 9- después por e-mails, hasta que la tecnología punta, esta vieja bruja que juega malas pasadas, me obligó a cambiar de dirección electrónica un par de veces. Y al fin hoy, por esas alegrías sabrosas que te da la vida de vez en cuando, tenía un mensaje suyo. Lo típico, encontró mi dirección en uno de estos colectivos que manda cualquier otro amigo. Alfredo Balmaseda sabe que lo quiero mucho. He sabido de su estancia de años primero en Poitiers y ahora en París, y de su trabajo como profesor en un par de universidades francesas... Me pidió mi teléfono y esta tarde hablamos mucho rato, como antes, como siempre, muertos de las carcajadas, los recuerdos, las noticias, los chismes, los planes. Me robo una frase de Stanley Kubrick y la adapto: del pasado que es historia, del futuro, que es misterio y del presente, un regalo. Alfredo y yo hemos pasado por todas, por las verdes y por las maduras, por el amor y la complicidad, por la poesía, por la música... por la vida. Gracias, negro por esa llamada de hoy. (Sé que si se lee esto y ve la foto, definitivamente me va a matar. Que se joda; aquí tenía la edad que yo tengo ahora) Con él, he vuelto a saber de gente entrañable: Maggie Mateo, uno de los seres más bellos y especiales que pueblan este planeta, de Mary Montes, de Max. Aquí están, son parte de esta familia que la puta y desgraciada diáspora nos obliga a no tener siempre a nuestro lado. Pero bueno, extrañar hace crecer los afectos. El tiempo dirá, y será un regalo. Como diría Jorge Guillén: Amigos. Nadie más. El resto es la selva.
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