domingo, enero 21, 2007

¿Cómo puede una mujer “sonar”? Sonar es lo que hacemos como seres vivos, porque sonamos en todo; en la voz, en el llanto, en el grito, en el amor, en el canto. Pero no se nos suele reconocer en el sonido. Sólo que Carlos Fuentes reconoció a Frida una noche en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México porque ella “sonaba”: plata contra plata, cargada de abalorios que lograban silenciar un teatro... El rumor, estruendo y ritmo estallaron frente al telón de Tiffany, y la orquesta dejó de tocar ante aquella aparición que se anunciaba a sí misma con un latido de ritmos metálicos y el rumor de aquellas joyas “que un magnetismo silencioso anunciaba”. Era una diosa azteca “quizás Coatlicue, la madre envuelta en faldas de serpientes, exhibiendo su propio cuerpo lacerado y sus manos ensangrentadas como otras mujeres enseñan sus broches... quizás Tlazolreotl, la diosa tanto de la pureza como de la impureza, el buitre femenino que devora la inmundicia para purificar al mundo... O la Madre Terra, o la Dama de Elche”...Todo eso podía ser Frida Kahlo aquella noche en que Carlos Fuentes la vio por primera y única vez. Y esta diosa del pincel y del dolor, esta mujer capaz de hacer enmudecer hasta al mismísimo Trostki era “una Cleopatra quebrada que escondía su cuerpo torturado, su pierna seca, su pie baldado, sus corsés ortopédicos bajo los lujos espectaculares de las campesinas mexicanas”. Los encajes, los listones, los huipiles, los anillos, los aretes de plata, las trenzas, los tocados escondían mucho dolor y a su vez le gritaban al mundo que nada, ni el mayor sufrimiento marchitaría nuca la belleza de quien estuvo hecha para crear la Belleza:”ni la enfermedad haría rancia su infinita variedad femenina”. Porque a Frida la violó un tranvía. Un hierro retorcido le rompió su cuerpo adolescente, le entró por la vagina y salió destrozándole la espalda. Por eso el organdí blanco, los collares de colores, las blusas floreadas, las largas faldas eran, como ella decía “una forma de vestirse para ir al cielo”, eran una anticipación de la mortaja: sus lujosos vestidos escondían un cuerpo destrozado, mutilado, escarnecido...feo. Un cuerpo que abortaba un bebé tras otro, ensangrentándola, pateándole la vida mientras ella se resistía a claudicar. Frida sabe que tiene que vivir rápidamente, y las drogas y el alcohol le ayudan a mitigar los dolores, pero precipitan la caída. Ella pinta cada día más y más. Obsesivamente se pinta a sí misma, se retrata desnuda, vestida, deshecha se rehace en el dolor... Y ahí está Diego. Ahora no quiero hablar de Diego Rivera, quiero simplemente decir que no ha habido cuerpo más roto y con más entereza que aquel que Frida Kahlo soportó hasta el 13 de julio de 1954. Y esto es nada... amó a quien quiso, hombres y mujeres, amó a su Diego y ese ser enamorado de la vida puñetera que la hizo sufrir tanto, pintó y escribió las cosas más bonitas en su diario alucinante: “En mi figura completa sólo hay uno y quiero dos. Para tener yo los dos me tienen que cortar uno. Es el uno que no tengo el que tengo que tener. Para poder caminar el otro será ya muerto! A mí las alas me sobran...que las corten y a volar!” Cuando le amputaron una pierna, Frida siguió haciéndose trenzas y tocados, haciendo sonar plata contra plata, huipil sobre huipil , bordado contra bordado de colores. Hace unos años fui a ver una exposición de Frida Kahlo en Madrid... y los cuadros que había allí eran tan pequeñitos como una postal. Fue tremendo para mí, porque aquella mujer logró ser tan grande como para detener los acordes de una sinfonía de Wagner en el Palacio de Bellas Artes con su presencia y su sonar. Cuando entré en la Casa Azul de Coyoacán y le di el ticket al gurdia o al portero, no sé bien, empecé a llorar como una triste imbécil. Hace días que quiero contar esto porque no me deshago de México ni pa’lante ni pa’ tras. Mis amigos siguen estando ahí, tan lejos pero cercanísimos, y aunque sé que hay a quienes no les gusta demasido, Frida es para mí un poco de México. En la imperfección también puede haber elegancia. En Frida la belleza pudo más que el dolor. Me quedo con eso, que hoy es domingo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Puchy
A mi no me gusta Frida. Es una sumisa y abnegada mujercita mexicana que paradojicamente ha sido encumbrada por las femenistas. Pero bueno, cada quien SUFRIDA
JAJAA

Anónimo dijo...

Allá tú... no sabes lo que te pierdes. Un beso, Puchi