miércoles, noviembre 15, 2006

De una imagen a otra hay cuatro generaciones: mi abuela con Pablo, su bisnieto y mi abuela cuando nació mi papá. Llevo días pensando en mi abuela, la mujer más bella y más dulce que alguien pueda imaginar. Panchita Rivero era simplemente especial. Dice mi hermana Deby que cuando se iba a morir, le dijo: "Esto Puchi, se lo va a perder". Yo jamás he conocido a nadie con tanta fuerza en la vida: negra, jorobada, lúcida, intensa, brillante,Panchita fue el pilar de mi familia y...mi ángel. Nuestro ángel. Porque hay que tener un par de ovarios para ser médico desde 1920 y no parar de trabajar nunca, de día o de noche en cualquier sitio de los alrededores de Manzanillo, en el oriente cubano, hacer partos difíciles, salvar una vida tras otra, no cobrarle a los pobres, aguantar viento y burlas -por negra y jorobada otra vez- y seguir allí, entre la música y la belleza de una familia que tuvo que joderse. Pero eso no es todo: mi abuela fue feliz. Nació mi padre en 1930. Y mientras lo criaba con mis tías, le cantaban en el patio de esa casa manzanillera sus trovas locas Carlos Puebla. Y hacían aquellas cenas martianas en plena calle con una rosa blanca en el pecho. Todas las hermanas haciendo tamales y congrí, dulce de leche y unas panetelas que te morías de gusto. Hasta que a su hijo del alma le dieron un tiro en el cuello el 29 de Noviembre de 1960. Su ilusión y su vida se rompieron. Y ya. A mi abuela le importaba poquísimo que hubiera un ciclón en La Habana y se iba a trabajar a la Escuela de Medicina, en "Girón" a los 75 años. Le daba igual. Su padre (mi bisabuelo) era un hombre muy legal, tabaquero (La Hoja de Yara se llamaba su fábrica donde trabajaban todas las hijas y su mujer, la dulce Amalia) Y mi abuela decía "Papá me dijo: tú eres negra y jorobada: no puedes ser puta, así que...a estudiar". Pues eso. A estudiar. Ahora abrirán un centro de salud y pondrán una tarja en su honor con el nombre de mi abuela. Nada. Ya. Es mi abuela. ¿A que es lindo?

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