miércoles, noviembre 29, 2006
A 50 kilómetros de Sao Paulo, está la pequeña ciudad de Araçariguama. Con menos de 50 mil habitantes, se precia de haber tenido la mina de oro más antigua de Brasil. La ciudad sufrió el abandono de los políticos durante años, hasta que en 2002 llegó un alcalde imaginativo que la ha convertido en una especie de laboratorio de las iniciativas más locas. Carlos Aimar, de 43 años, era vendedor de "pipocas" ("rositas" o palomitas de maíz) y una de las primeras medidas nada más llegar a la alcaldía, fue poner las escrituras de las casas de un barrio popular a nombre de las mujeres, para evitar divorcios y malos tratos. Y lo ha conseguido: disminuyeron en un 90 %. Aimar compró con el dinero de la prefeitura (ayuntamiento) un avión Viscont 58 que había pertenecido al presidente Kubistchek, lo colocó en la Plaza Santos Dumont, en la colina más alta del pueblo... y lo convirtió en cine. Es el único cine. Pero hoy es noticia porque ha inaugurado un telesférico para que la gente suba con mayor facilidad al cine-avión. Su otra gran obra es el "Enamoródromo", un sitio donde las parejas pueden ir en sus coches a hacer lo que quieran, pero que cuenta con vigilancia de agentes de seguridad para evitar mirones, violadores, drogadictos o cualquier cosa que les interrumpa y les agreda. ¿A que es divertido? Él mismo dice: "son cosas simples, pero con resultados prácticos." Ahora Aimar -con la oposición en su contra, claro- está enfrascado en un proceso de "desburocratización" para que las gestiones de los ciudadanos se soluciones un plazo máximo de cinco días. No sé, pero me enamoró este hombre humilde que asegura que ganaba más siendo pipoqueiro que "el Sr. Alcalde de Araçariguama". La fotografía es de la siderúrgica de la ciudad que ha dado trabajo a miles de familias. A veces me da vergüenza de lo que se está viendo en este país. Primero Marbella, ahora Andratx y lo que se va a destapar de corrupción y mangoneo. A lo mejor los políticos honestos de esta vieja Europa debían acercarse con un poquito de humildad a los pipoqueiros del Nuevo Continente. A ver qué pasa...
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