martes, agosto 29, 2006

Bostezar. Del latín oscitare: Hacer involuntariamente una inspiración lenta y profunda y luego una espiración prolongada y a veces ruidosa. Es común a todos los animales, y como los bostezos se "pegan", en una manada puede ser el aviso para el sueño colectivo, de manera que los ciclos de todos sus miembros estén ajustados. En el hombre, animal superior algunas veces, el bostezo es un poderoso mensaje no verbal que tiene varios signifiados posibles: cansancio, estrés, aburrimiento, sueño, tedio, hambre, rechazo, o todos a la vez. Hay muchas teorías sobre las causas probables del bostezo, teorías bioquímicas, psicológicas, sociológicas, pero lo que sí es cierto es que tendemos a llevarnos la mano a la boca para disimular lo que en las normas de urbanidad está muy mal visto. Dicen que los antiguos lo hacían para que no se les escapara el alma, incluso que la alta mortalidad infantil de entonces se debía a que los bebés bostezan mucho sin hacer ese gesto: por lo tanto no es un acto reflejo que responda a un estímulo externo determinado; taparse la boca es un acto social, para que no se te vean las caries o te miren mal las señoritas en clase. Y ¿quién no ha bostezado sabrosamente con una película, un libro, una conferencia, un artículo del periódico, un partido de fútbol, o la visita a un museo? El caso es que esta noche estoy tan plasta y tan pesá no sé por qué. Pero el caso es que me he pasado todo el santo día bostezando sin parar: hay calima, ese polvo sahariano que nos toca a Las Canarias por plantilla y no nos deja respirar. El cielo ni es azul ni es nada: no se ve, y el calor es agobiante. No creo que esta sensación sea por tener un añito más, ni por la juerga de anoche (que no tuve). Es el final del verano tinerfeño, sin un buen aguacero que limpie esto, sin noticias apasionantes (hasta la niña austriaca secuestrada me aburre) sino que todo se repite, se repite, se repite. Ya hace un año del Katrina y viene Ernesto; israelíes y palestinos se siguen matando; todo es oscuro en Irak, no hay quien arregle lo del Líbano y las bombas reaparecen en los centros turísticos de Turquía. Se han caído aviones y otra vez un marido ha matado a su mujer, pero también a su hija embarazada en un pueblo de Sevilla. Hay deserciones de personal sanitario cubano en Venezuela y Ecuador, las Damas de Blanco siguen en su batalla y como no ha empezado el curso político no hay debates parlamentarios y pocos chismes del corazón que no sean (otra vez) de Isabel Pantoja. Los capítulos de C.S.I. ya los había visto y el de House también. En la premiación de los Emmy casi todo se lo llevó "24", una serie que no veo porque no me gusta el espionaje y al resto de los premiados ni los conozco, menos a Mariska Hargitay, mejor actriz de drama, la policía de Ley y Orden, que no sabía yo que era hija de Jayne Mansfield y un húngaro míster Universo (por eso está tan genéticamente bien hecha). No puedo parar de bostezar. Y como dicen aquí, si sigo así, me voy a virar al revés como un calcetín.

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