viernes, enero 19, 2007

“El cubaneo cursi, el cubaneo cheo, el cubaneo chic”. En toda la historia de Cuba, incluso desde la llegada de Colón, ha habido actitudes “cursis” y actitudes “chic”, glamurosas, o verdaderamente elegantes. Ni hablar de actitudes cheas, que están a montones. Yo creo que somos un país formado por esos tres elementos fundamentales: lo cursi, lo cheo y lo chic. Pero vayamos por partes, porque cursi puede ser algo tan auténtico como nuestras madres llorando por la esclava Isaura ( y quienes no éramos nuestras madres, por cierto) o tan francamente deleznable como la voz de Manolo Ortega dando aquella noticia: ”¡se inmoló el último hombre envuelto en la bandera cubana...!” por ejemplo. Ahí es donde tienden a darse la mano lo cursi y lo cheo. Para aclararnos: lo cheo es lo cursi sublimado y deleznable. Somos tan cursi que casi inventamos la cursilería. Y si no, de dónde aquella historia de Hatuey en la hoguera preguntándole al cura: “¿y los españoles van al cielo? El padre Las Casas responde que sí y Hatuey dice:”Entonces yo no quiero ir al cielo”. ¿Quemándose vivito? ¿Y en español? Nos inventamos el melodrama, la lágrima fácil, la lloradera, vaya. Somos cursi por naturaleza: desde “Espejo de Paciencia”, sobre todo con las náyades griegas regalando mangos a los vencedores, desde aquella “Oda a la piña, donde Zequeira pretende que los dioses del Olimpo sustituyan la ambrosía por nuestro jugo de piña; desde aquel despeinado Heredia encarándose al Niágara; o Doña Gertrudis declamando en Sevilla “Amor y Orgullo”. Somos muy cursi cuando aflora una lágrima al pensar en el pobre José Jacinto Milanés enloquecido de amor por su prima Isa gritando por las calles de Matanzas “¡Isaaa! Isaaaa!” Y por la cursi canción de Martha Valdés. Somos cursi al imaginar a Plácido, infeliz Plácido, yendo a que lo fusilen y declamando entre los pasillos de las mazmorras su “Plegaria a Dios”: “Y si cuadra a tu suma omnipotencia/ que yo perezca cual malvado impío / (...) suene tu voz, acabe mi existencia/ cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío!” No me jodas. Y ni hablar de Cirilo Villaverde y su Cecilia Valdés: lo mejor de lo mejor:” ¡a él no, a ella”, y Pimienta lo mata a él...Pobre Cecilia, pobre Isabel. ¡Si hasta Martí era muy cursi cuando quería! ¿O lo de la niña de Guatemala, qué? Félix B. Caignet inventó el culebrón, y Pablo Milanés lo de “soy del Caribe, no puedo pisar tierra firme, porque me inhibe...” Y ni hablar de aquel Vedado de los años 30, el de las mansiones que remedaban cakes de cumpleaños y que los señores decoraban con alfombras, cortinas de damasco y ¡chimeneas! Y las señoras iban al teatro ¡con pieles! ¡Y bailaban charleston! El son no, qué escándalo! ¡Eso es pa’los negros!Somos cursi porque sí, porque estamos seguros de que Celeste Mendoza mató al marido, y porque Chibás se dio un tiro en la radio después de su discurso “El último aldabonazo.” En vivo y en directo. Pero también hemos sabido ser muy chic: Félix Varela saliendo de las Cortes de Madrid con la cabeza en alto y asumiendo dignamente su destierro; la elegancia –esta sí- de un Martí diciendo al dictador “no soy de la raza vendible”;la Catedral erguida en un barroco que no es tal; las contradanzas de Saumell y las danzas de Cervantes; el porte y la cadencia del danzón; los calzoncillos floreados de Bola y su dignísima respuesta: “ es verdad, soy un gran maricón”; la ceguera genial de Arsenio Rodríguez, y el bofetón de Rita La Única a Toña La Negra. Y mira tú por dónde, la exquisita machanguería de Alberto Yarini campeando por su respeto entre las putas de San Isidro.Hemos sido también muy chic con revistas como Social y Carteles, con Amelia y Portocarrero, con las coreografías del Ballet Nacional y la Sinfónica. Y la nueva acera del Louvre, el Hotel Inglaterra y sus mesas con pinturas de la nueva gente, con poemas y trozos de canciones.Con el glamur de un Lecuona y la sonrisa asmática del señor de las Eras Imaginarias Don José Lezama Lima, ya habríamos tenido bastante. Pero queda el saber estar de Gastón Baquero, que dignamente asumió su exilio sin hacer daño a nadie; o la colección de abanicos de Dulce María Loynaz, o los objetos exquisitos, herencia de su madre, que coloca sabiamente en su películas Miguel Pineda Barnet. Eso es muy chic. Pero a lo peor, está pesando mucho lo cheo: las consignas son cheas; cualquier consigna lo es. Ningún guagüero, por mucha camisetilla blanca y dos presillas en el cuello, con diente de oro y guapería peleona; ningún adorno plástico, ninguna letra de canción de Osvaldo Rodríguez; ninguna lycra en un cuerpo barrigón y celulítico, ningún encuentro en el aeropuerto a la llegada de un vuelo de Miami, nada puede competir con una buena y chea consigna. Y muchísimo menos con un discurso embarazoso donde se usen las palabras y los tópicos para decir...absolutamente nada. (Hay una joya de cierto dirigente de la cinematografía cubana que me dejó helada, tiesa, hiperventilando...) Qué más da: somo un pueblo cursi, pero somos un pueblo chic. A lo cheo lo tendremos que cargar ¿de por vida?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Puchi: Lo que escribes en este blog es habitualmente interesante, apasionado y vivo. Pero hoy te has superado, nos has dado, en pocas palabras, una jugosa disertación sobre el espíritu cubano, tan insondable por momentos, que ni nosotros, los nacidos en esa isla, lo entendemos del todo. Alguien dijo una vez: no todos los "picúos" son cubanos, pero todos los cubanos somos picúos. ¡Bienvenida la cursilería si nos ha dejado el feeling y la poesía, y esta manera de saber querernos todos, por encima del mar! Tu siempre alumna de Literatura cubana de aquella entrañable universidad habanera, desde su refugio asturiano,
Lidia Señarís

Puchi en alguna parte dijo...

Lilita,gracias por tus halagos. No se me ocurre otra cosa que mandarte mi correo desde aquí:puchifajardo@hotmail.com. Gracias otra vez. Un beso, Puchi